¡Léeme los ojos, te estoy hablando!
Estamos viviendo un tiempo en el que salir a la calle requiere de un ritual necesario donde entran en juego accesorios que necesitamos para protegernos y proteger al de al lado. La mascarilla, incómoda en muchas ocasiones, pero necesaria, aunque algunos piensen lo contrario, al más cercano y al desconocido que tenemos al lado, todos podemos controlar el contagio eso ya sabemos que es así. Te proteges y proteges, no lo olvides, no es solo por ti también es por mí, por tus hijos, tus nietos, tus amigos, tus vecinos, el camarero que te trae la copa, el café o el pincho de tortilla, a los demás que no conoces que harán lo mismo, esto es cosa de todos y de todas y para todos y todas. Pero no solo es molesta y protectora, también es limitadora a ciertos sectores como las personas sordas que se apoyan de la lectura de labios para entender los mensajes. Para ellos y ellas llevar mascarilla les dificulta su capacidad de poder resolver las situaciones. Nos damos cuenta de las dificultades respiratorias, del calor que dan, pero también nos limitan el expresarnos pues las expresiones se aprecian menos.
Nuestros ojos, esos son nuestros aliados, nuestra mirada, estamos ahí detrás de ellos, abiertos y con grandes posibilidades para potenciar la comunicación, apoyar nuestros mensajes y enfatizar pues tienen mucha fuerza y tenemos que aprovecharlos.